viernes, 22 de enero de 2010

Cuentos Infantiles - Capítulo 1

Cuentos Infantiles

(Los personajes aquí mostrados pertenecen a sus respectivos creadores. Yo simplemente los tomo sin ánimo de lucro.)

LA HERMICIENTA

Había una vez una chica llamada Hermione a la que todos llamaban Hermicienta por que siempre estaba cubierta de ceniza. Hermicienta tenía una madrastra llamada Narcisa y dos hermanastras llamadas Pansy y Draco. Este último no es exactamente una chica pero era travestido y desde niño le trataban de ella. Tanto la madrastra como las hermanastras la despreciaban por que no era hija de brujos como ellas (o ellos, cada cual lee como quiere) y la trataban como a una sirvienta.

-¡Hermicienta! –Le Gritaba su madrastra- ¿Has limpiado ya la habitación de tus hermanas?
-No, madre –Le respondía ella-, he estado muy ocupada limpiando la cocina.
-¿Y acaso eso es más importante que la higiene de tus hermanas? ¡Debería darte vergüenza!
-Pero madre, tu me dijiste que limpiase la cocina hace una hora.
-Eso demuestra lo vaga que eres. –Decía su hermanastra Pansy al lado de su madre- ¿Quién tarda una hora en limpiar una cocina tan pequeña?

La cocina, dicho sea de paso, era del tamaño de un campo de fútbol.

-Solo tú, ¡jajaja! –Reía su hermanastro… digo hermanastra Draco.
-Por favor, hermana, hermano, no os metáis conmigo. –Sollozaba Hermicienta.
-¿¡Cómo te atreves a llamarme hermano!? ¡Asquerosa sangre sucia! ¡Te he dicho más de cien veces que me llames hermana! –Draco estaba al borde de un ataque de nervios.
-¿Qué he hecho yo –Pensaba su madre para sus adentros- para que me salga un hijo así? Ains…

Esa tarde, Narcisa recibió una invitación al baile real organizado por el príncipe y de enseguida avisó a sus hijos… hijas… ¡Bah! Que más da, vosotros me entendéis.

-¡Hijos! –A causa de ese comentario Draco puso mala cara- Err.… Hijas… -Draco cambio su cara a felicidad- El príncipe Harry nos ha invitado a una fiesta en el palacio real.
-¡No puede ser! ¡El príncipe Harry de Inglaterra nos ha invitado a una fiesta en el Buckingham Palace! ¡Conoceré a la reina Isabel! –Pansy estaba muy emocionada con el asunto.
-Ese príncipe Harry no, hija. Me refiero al príncipe Harry Potter, el niño que vivió, aunque ya no es tan niño.
-¡Está para comérselo a besos! –Ese comentario de Draco hizo que su madre y su hermana le miraran con cara extraña- ¿Qué? ¿Por qué me miráis así?

Madre e hija hicieron caso omiso de esa frase y siguieron hablando.

-¡Pero esta es la oportunidad de mi vida! ¡Podría casarme con el príncipe y ser rica!
-¡Si! –Su madre estaba igual de contenta con la idea.
-¡Y si fracasa lo intentaré yo! –Otro comentario de Draco que produjo caras raras- ¿Qué pasa? ¡Dejad de mirarme así!
-¿Puedo ir yo tambien? –Hermicienta Había soñado siempre con salir de esa casa.
-¿Tu? –Contestaron los/las tres- ¡Jajajajajaja! ¡Ni de broma!

Esa noche, cuando su madrastra y Hermanastros/as fueron a la fiesta y ella se quedo sola, se fue a llorar a los establos.

-¡Buaaaa! ¡Soy la chica más desgraciada del mundo mundial! –Recuerda a Doremi, la verdad- ¡Ojalá pudiera salir de esta odiosa casa!

En ese momento una estrella bajo del cielo y aterrizó junto a ella.

-¡Valla! ¡Una estrella! ¡Podría usarla para investigaciones y hacerme rica! ¡Podría deshacerme de esos tres y vivir en paz! ¡Muajajaja!
-No te hagas ilusiones… -Una voz de chico joven hizo que se sobresaltara.
-¡Ahh! ¿Quién eres tú?

Un chico pelirrojo vestido con una túnica de estrellitas y un sombrero puntiagudo también de estrellitas apareció en el lugar donde estaba antes la estrella.

-¿Y mi estrella?
-Eso no era una estrella, era yo.
-¿Y tu quién eres?
-Soy Ron, tu hada madrina.
-¿Cómo? Pero si eres un chico…
-¿Qué pasa? –Ron estaba alterado- ¿Qué por ser chico no puedo ser hada madrina o qué?
-¿Y a qué has venido?
-Ah, si eso. He escuchado tus llantos y he venido a cumplir tu deseo de ir a la fiesta, pero el deseo se terminará a media noche y…
-¿Y por qué solo hasta las doce? A mis amigas les dejan hasta las dos.
-¡Por que lo digo yo y ya está! Haber, ¿Cómo era el conjuro?
-¿Me lo preguntas a mí? Por que yo no tengo ni idea…
-Calla, intento pensar… creo que es este –Apunta hacia una sandía- ¡Pasti piski paste poski!

Nada.

-Valla, no es ese… ¡Calatambun! ¡Tampoco! ¡Alohamari!
-¿Por qué no pruebas con Bibidi bobidi bu?
-No es mala idea, la verdad. ¡Bibidi bobidi bu!

Entonces, gracias a su magia, la sandia se convirtió en un ferrari último modelo con llamas pintadas a los lados, alerones a juego y conducido por un chico de aspecto ruso y que hizo que a Hermicienta se le cayera la baba.

-Hola, soy Víctor Krum y seré su chófer esta noche.
-Encantada. –Dijo Hermicienta con un charco a sus pies y luego se dirigió a su hada madrina- ¡Te adoro, hada madrína!
-¿A que sí? Pero aún queda lo mejor. ¡Cachodepan!- Y los harapos de Hermicienta se transformaron en un traje de gala de Versacces, su pelo obtuvo un peinado de lo más elegante y unos curiosos zapatos de piel de cocodrilo auténtico de Australia marca registrada.
-¡Es chulísimo! ¡Te adoro, hada madrina!
-Pero recuerda que debes volver a las do... vaya, ya se ha ido.

Y así Hermicienta llegó al baile no sin antes recorrerse el reino tres veces con Víctor.

-Gracias por la vuelta. –El charco se había extendido creando así el lago Charkilipe (Yo y mis ideas)- Espero verte pronto.
-Son 1000 Galeones.
-¿Qué?
-Que el viaje son 1000 Galeones. ¿Eh? ¿Dónde está?

Ya dentro del recinto real Hermicienta jadeaba por la carrera que se había pegado.

-¡Te odio, hada madrina! Bueno, al menos he llegado. –Y entró en la sala y lo que vio la dejó boquiabierta- ¿Eín? –Todos llevaban ropa de fiesta callejera mientras ella llevaba un traje de gala y sonaba música hip hop. Todos la miraban– ¡Te odio más que nunca, hada madrina!

Mientras, en el trono se encontraba el príncipe Harry, con ropa callejera y un medallón colgando en el cuello.

-Esto es aburrido. –Dirigió su mirada hacia el anciano de gran barba blanca que llevaba una ropa de lo más hiphotera que tenía a su lado- Abuelo, ¿por qué no me dejaste dar una fiesta de gala como yo quería?
-Tus padres me dejaron a tu cuidado mientras estaban de vacaciones en el triángulo de las bermudas y harás lo que yo diga, ¿Entiendes? Estos jóvenes.

En una esquina, Narcisa y sus hijos… digo hijas admiraban la fiesta.

-Hijas, ¿no me digáis que no os gusta la fiesta?
-Hubiésemos preferido una fiesta de gala. –Dijeron las dos al unísono.
-Estos jóvenes. –Entonces dirigió la mirada al anciano- Y Albus está impresionante esta noche. ¡Sólo a él se le podría ocurrir una fiesta así!

Entonces el príncipe vio a cierta chica con un traje de gala.

-¡Dios, es guapísima!
-Corre no sea que se te escape. –Le dijo Albus- Ya sabes lo que te digo siempre.
-¿Qué no te quieres morir sin ligarte a una brasileña?
-¡Eso no, lo otro!
-Ah, ¿lo de que si una chica me gusta no debo dejar pasar la oportunidad por que soy el heredero y como tal me casaré antes que los otros chicos de mi edad y ya se me está pasando el arroz y esta podría ser una de las pocas oportunidades que tenga en la vida?
-Err… ¡Si, claro, eso mismito!
-¡Pues voy a por ella!
-En realidad me refería a que debía aprovechar todas las ocasiones que se le presenten para perder ya la virginidad –Pensó Albus una vez el chico se hubo alejado-, aunque eso tambien vale.
-Hola –Saludó el príncipe una vez estuvo al lado de Hermicienta-, ¿cómo te llamas?
-Ahora no tengo tiempo para hablar, niño piojoso –Dijo Hermicienta, que miraba a otro sitio y no se daba cuenta de con quién hablaba-, estoy buscando a cierto pelirrojo que me debe unas cuantas… ¡Ah! ¡Príncipe Harry, alteza! ¡No le había visto!
-Eso se nota. –Dijo Harry, como a punto de llorar- ¿Quieres bailar?
-Vale, con tal de que luego no me vallas a cobrar.
-¿Cómo?
-¡Nada, cosas mías!

Y estuvieron bailando mucho rato y Hermicienta se lo pasaba tan bien que no se dio cuenta de que eran las doce menos diez.

-¡Menudos bailecitos te marcas! Estooo… ¿Cómo te llamas?
-Hermione Elizabeth Camilla Marian Jane Catherin Emma Granger. –Paró un momento para coger aire, pues su cara se volvía azul- Pero me suelen llamar Hermicienta.
-¡Valla nombre! –Entonces la miró a sus bellos ojos y acercó su cara a la de ella, cada vez más, cada vez más, cerraron los ojos y justo cuando sus labios iban a entrar en contacto…
-¡Eh! ¡No me has pagado los 1000 Galeones! –Víctor entró a la sala con gran estrépito.
-¡Dios, este ahora no! ¡Maldita hada madrina! ¡Mira lo que has hecho!

¡Dong! ¡Dong!

-¡Oh, no! ¡Son las doce!

¡Dong! ¡Dong!

-¡Me tengo que ir lo más rápido que pueda! –Y corrió hacia la salida, dejando caer sin, darse cuenta, el zapato de piel de cocodrilo auténtico de Australia marca registrada en uno de los escalones. No se dio cuenta, pero si se dio cuenta de que casi se rompe la crisma al tropezar en las escaleras.

¡Dong! ¡Dong!

Hermicienta subió al ferrari y, aunque no tenía ni idea de conducir, llegó a su casa justo para la última campanada.

-¡Hada madrina! ¡Hada madrina! –Gritaba, a la vez que su apariencia volvió a la normalidad y el ferrari volvió a ser una sandía.

De nuevo la estrella descendió del cielo y se transformo en el hada madrina.

-¿Qué quieres ahora? Además, tengo un nombre, no tienes por que llamarme siempre hada madrina.
-¿Se puede saber por que me pusiste a ese tipo de chofer? ¡Por su culpa ha estropeado el que hubiese sido el momento más feliz de mi vida!
-Es que tu no sabes la miseria que cobro. Me debo ganar el pan de alguna manera, ¿no?
-¡Te odio!
-Eso me lo suelen decir a menudo. Hasta otra. –Volvió a transformase en estrella y volvió al cielo de la noche.

A la mañana siguiente, Hermicienta se enteró de que el príncipe estaba buscando a la propietaria del zapato de piel de cocodrilo auténtico de Australia marca registrada. No podía hacer que analizaran las huellas, no. Tenía que ser de este modo por que si no este cuento acabaría ya y no tendría gracia, así que lo haremos de la forma tradicional.

Muchas eran las chicas que intentaban meter el pie en el zapato, pero les quedaba grande, pues Hermicienta calzaba un 45. El prícipe Harry, que ese día Albus le había obligado a vestirse de gótico, o sea, ropa de cuero negro, collares y pulseras de púas con cinturón a juego, sabía de la existencia de un travesti en una casa del reino, y se dijo “Va a ser que no” por lo que había decidido que esa sería la última casa que visitaría.

Habiendo probado el zapato todas las chicas del reino, ninguna consiguió que el zapato le quedase justo, hasta que solo quedaba la casa del travesti del que tanto se oía hablar.

-¿Estás seguro de que no ahí otra casa que nos hallamos pasado de largo? –Preguntó el príncipe a su sirviente.
-No, mi señor, esta es la que queda.
-Más te vale, Neville. Cómo halla otra casa te enteras.
-¿Por qué yo? –Sollozó el sirviente.

Cuando entraron en la casa la madrastra se sorprendió mucho al ver al príncipe.

-¡Oh, alteza! ¿A qué debo el honor de esta visita?
-Estamos buscando a una chica que calzó ayer un zapato de piel de cocodrilo auténtico de Australia marca registrada del número 45 para convertirla en la esposa del príncipe.
-Menudo discurso. Déjeme que llame a mis hijos… quiero decir hijas.
-Uyuyuy, la que me va a caer encima. –Pensó el príncipe.
-¡Hijas! ¡Está aquí el príncipe!

Con gran estrépito, las dos hermanas bajaron las escaleras de dos en dos.

-¡Ya estamos madre! –Draco hizo que todos le miraran- ¿Qué?
-Hijo, al menos podrías haberte puesto los pantalones, o la falda, o lo que sea.
-¿Qué? ¡Ahh! ¡Qué vergüenza! ¡Enseguida vuelvo!
-Debería probarme yo primera el zapato. –Intentó ponerse el zapato, pero le quedaba grande- ¡Pues valla!
-¿No hay más chicas en esta casa?
-Draco y la criada, pero ella no cuenta, no fue al baile.
-De todas maneras, ¿Qué podemos perder?
-¡Ya he vuelto! –Draco se había puesto un traje de Channel- ¿Dónde está el zapato?
-Pero tu no puedes, eres un hombre.
-¿Y a ti que te importa? –Dijo con voz asesina.
-Vale, vale.

Le puso el zapato y… ¡le quedó justito justito!

-¡No puede ser! –Al príncipe casi le da un infarto.
-¡Si que puede! –En esos momentos Draco era la persona más feliz sobre la faz de la Tierra.
-¡No, traed a esa criada!
-¿Pero por que qué? –Preguntó Narcisa- Ya habéis encontrado a la dueña del zapato, ¿no?
-¡No soy ciego! ¡Vi perfectamente que era una chica y no un travestón!

Entonces, de mala gana, Narcisa fue a buscar a Hermicienta. Ella se probó el zapato y le dio justo. Entonces se casarón, vivieron felices y comieron pizza, por que las perdices ya no se llevan.

FIN

Atención

En realidad no vivieron tan felices. Albus les obligaba a vestirse de tantas formas el quisiera y nunca les dejaba dar una fiesta de gala. Ahora si;

FIN

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